Soy fruto de la locura. La locura entre dos seres que luego de existir yo ni supieron ni quisieron más. Es por ello que desde los 5 años me crié en la época jurásica, con mujeres que tendrían poco menos de 60 años pero entre los lutos que llevaban y la austeridad física a la que se habían abandonado, aparentaban tener 200. Con hombres huraños y taciturnos, con sus años a cuestas y sus cabellos blancos para los cuales yo era una mera molestia.
Me crié con mi abuela y mis tias abuelas, con tías políticas, familiares de la guerra, así las llamábamos. Habían sordos, cojos, ciegos, tullidos y para mi todo aquello era normal.
La gente a mi alrededor era mayor y a todos les había pasado algo, algo demasiado grave, y jamás se mencionaba nada. En todos ellos había un denominador común, la represión y devoción a Dios y a la iglesia, lugar al que me arrastraban cada domingo. Las mujeres de mi familia sólo sonreían cuando hablaban con el Mossen o algún siervo de Dios.

Fui testaruda e indomable.
Crecí siendo muy alta y delgada, en una familia de altos y obesos. Algo tenia que estar mal en mí. Se me vestía con ropas anchas porque a la edad de 12 años yo era más alta que la mayoría de adultos. Mi abuela la confeccionaba toda ella, blusas de seda, pantalones bombachos, la ropa estrecha o ir a la moda podía llamar a pensamientos o actos impuros.
“La niña tiene que llevar gafas? Pues las más feas. La miran mucho por la calle.” Y así viví, y así crecí. Con la prueba del algodón en los ojos, si el algodón salía negro bofetón y castigo. Mi cabello tenia que estar siempre recogido en una coleta baja, poco favorecedora, porque con el pelo suelto parecía una “vampira”. Y con esta opinión de mi viví y crecí.
El primer consejo de mujer a mujer que se me dio, fue el de casarme y hacer feliz a un hombre. Yo pregunté ¿ Y él me puede hacer feliz a mi?. Mirada desaprobatoria. Luego pregunté, ¿ sólo me puedo casar con uno?. Bofetón, de los que suenan, de los que te dan en el tímpano y el “biiiiiiip” se queda contigo un rato. Algo tan familiar, y aun así no te acostumbras nunca.
En mis fotos, desde que pusieron una cámara en mis manos, sólo hay liberación. La expresión más pura y bella del animal más bello y fuerte. La mujer.
— Silvia Serra
En mi familia ser mujer tal y como se concebía en la sociedad de los 80 y los 90 estaba mal visto. Yo realmente me crie en los años 30, con los pensamientos de aquella época y todas, absolutamente todas sus consecuencias.
Una de mis primas se casó con un hombre al que ella ya había considerado apto para fecundarla y proveer al mundo con sus vástagos. Una boda con tintes horteras se cocía a fuego lento, pero a mi me encomendaron la tarea de filmar. Yo iba a ser la camarógrafa de la boda! Era una responsabilidad enorme, aunque los novios no me caían bien, decidí que haría un buen trabajo. Ser creativa en mi familia no estaba bien visto, no si eras mujer. Aquella era mi oportunidad de demostrar que se equivocaban. Filmé y filmé sin sacar el ojo del visor. Me sentía en mi elemento.
La boda se celebró y la pareja se casó en la que fue la peor boda de la historia de este país. Pero mi metraje diría otra cosa. Y todo el mundo se sentiría orgulloso. Días después nos reunimos todos para visionar la cinta. A mi me dieron un lugar privilegiado en el que sentarme pero apartarme, tomar perspectiva. quería ver sus caras de admiración, les vería levantarse, como hacen en las películas americanas, mirarme y aplaudirme, con lagrimas en los ojos si no era mucho pedir.
PLAY…
Decidí filmar a mi manera. Los invitados eran poco llamativos, seres llenos de amargura, anodinos o tristes.
Así que opté por filmar sólo atributos.
Los presentes empezaron a moverse incómodos en sus asientos. El rubor no tardó en llegar. Luego el desconcierto. Sus ojos se achinaban y agrandaban según lo que vieran, pavor, furia y ruido. “ Aquí sólo hay tetas y culos” Dijo alguien.
“No, también hay penes” Respondí con el mero fin de que nadie se sintiera excluido.
La novia lloraba. Me culpaba de haberle arruinado su boda y por ende su vida. Aunque de eso se encargaría el hombre con el que se acababa de casar.
En mis fotos, desde que pusieron una cámara en mis manos, sólo hay liberación. La expresión más pura y bella del animal mas bello y fuerte. La mujer. Capaz de dar vida, de alimentar con su cuerpo, de resistir y luchar sin violencia. Capaz de alzarse poderosa como ningún otro animal puede. Resilente y brutal. Fuerte e incesante. Y lo es, desnuda o vestida. Pero Libre de todo y para todo.
Libre.
De esto va mi trabajo. De nada más. Disfrutad.
Gracias